ESCRITO por Mario Rodríguez Román.
Cuando decidí ponerme a escribir mi segundo libro de poesía, jamás pensé en que llegaría el día de terminarlo, ya que uno es gran aficionado al noble arte de dejar las cosas a medias, y ésta no tenía por qué ser la excepción que confirmase la regla. Pero alguna perturbada e iluminada neurona que mal habita en mi cerebro, debió dar un Golpe de Estado a la infructuosa tendencia en esa curiosa cavidad y hacerme ver que debía conseguir poner más o menos en orden el conjunto de poemas, poesías, versos, llámese x, que guardaba abandonado en una de las solitarias carpetas que pueblan el disco duro de un peculiar artilugio llamado ordenador, curioso aparato que decora, no con mucho acierto, una de las saturadas mesas de mi casa.