La historia de Bella del Mar no puede ser contada sin la de su madre, Rosario Rodríguez, que fue sus ojos y sus manos. Este libro cuenta la historia de la forma en que madre e hija se convirtieron en una sola persona para poder hacer frente a las adversidades del camino.
La ceguera de Bella del Mar nunca le impidió ver la vida que ella realmente quiso vivir. Una vida llena de felicidad, de paz, de luz y claridad interior, de gratitud. Una vida sin el ruido que refuerza el ego. Ella, en esa visión pura de la vida, pudo ver más que muchos de nosotros, más ciegos que ella. Nos dio lecciones de vida y fue un ejemplo a seguir para los que la conocimos, sobre todo su forma de llevar la enfermedad y su gestión del sufrimiento, aliviando siempre la carga de la familia.